La Fuente de las Donas es, en realidad, un pequeño salto de agua con una pequeña poza en la que, justo al lado, dispone de un abrigo por el que pasa una acequia.
Allí, el agua, con sus aporte calcáreos inapreciables -pero constantes-, ha moldeado la fuente dándole la forma con la que hoy la podemos admirar. La continua precipitación de carbonato cálcico, de cal, sobre las hojas caídas, sobre otras piedras, va formando las capas de piedra tosca, o travertino, de apariencia leve y retorcida, una piedra que, por sus características, ha sido utilizada desde la antigüedad en la construcción de edificios como, por ejemplo, el Coliseo de Roma.